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¿Mi gato es más inteligente que yo?
Sabemos que los perros son capaces, entre otras cosas, de encontrar personas perdidas, de atrapar traficantes de drogas y de guiar rebaños de ovejas. ¿Alguna vez oyó decir que un gato fuera capaz de realizar ese tipo de tareas? Entonces, si el gato no es más inteligente que el perro, ¿cómo podría ser más inteligente que el humano?
Bueno, los dueños de gatos podrían responderle con una sonrisita irónica que el gato sabe hacer algo que la mayoría de los perros no saben hacer: ¡utilizar la bandeja de arena!
¿Quién es más inteligente? ¿El gato o el perro?
Seamos serios. Es cierto que la mayoría de la gente cree que el perro es más inteligente que el gato. Se trata de un punto de vista atribuible parcialmente a un estudio que se remonta a la década de los años 70. Durante esa prueba, el animal debía tirar de un cordel para conseguir alimento. Los perros lo lograban sin problemas, mientras que los gatos fracasaban estrepitosamente. Estos últimos preferían divertirse con el cordel antes que utilizarlo para acceder al alimento.
Aquí tenemos un claro ejemplo de la dificultad que se nos plantea al intentar comparar la inteligencia de dos especies animales. Como al perro no le gusta mucho jugar con cordeles, pero al gato le encanta hacerlo, no podemos utilizar este tipo de prueba para comparar la inteligencia de estos 2 animales.
A partir de la década del 70, se realizaron otras pruebas que demostraron que ambos animales poseen una inteligencia comparable, a pesar de que el gato posee el doble de neuronas que el perro, lo cual, teóricamente, debería permitirle resolver problemas más complejos.
El gato, ese animal independiente
Se suele decir que es posible entrenar a un gato para que traiga un palo, pero probablemente sería más fácil entrenar al palo para que volviera por sí solo. Sin embargo, no es la inteligencia lo que está en juego, sino más bien la técnica utilizada para entrenar al animal.
Durante muchos años (e incluso en la actualidad, lamentablemente) los adiestradores de perros han utilizado el castigo cuando los perros no cumplían con sus pedidos (por ejemplo, utilizando collares estranguladores). Este método, cuya ineficacia afortunadamente quedó demostrada, evidentemente no funciona con el gato, que no ve ninguna ventaja en intentar hacer algo que no le aporta nada o, peor aún, que le causa una molestia. Es por eso que durante mucho tiempo creímos que era imposible educar o entrenar a un gato.
Con la llegada de las técnicas de refuerzo positivo, nos dimos cuenta de que era posible entrenar a un gato para que hiciera más o menos los mismos trucos que hacemos hacer a los perros.
Apegado a su entorno y rutinario
Todavía estamos muy lejos del día en que veremos gatos con correas en los aeropuertos olfateando nuestro equipaje. Y esto no es así porque el gato sea menos inteligente, sino más bien porque se trata de un animal mucho más apegado a su entorno y más rutinario que el perro. Sacarlo de su comodidad y de su pequeña rutina es una tarea compleja.
Además, es muy difícil encontrar elementos que puedan motivarlo. En las situaciones en las que al perro le basta con recibir felicitaciones y una caricia como refuerzo positivo, hay una única cosa que lograría motivar al gato: la comida. Ahora bien, si el gato no tiene hambre o está asustado, ¿de qué otra manera podemos estimularlo?
Cuesta admitirlo, pero, ¿no le parece que la inteligencia de su gato suele verse reforzada cuando quiere conseguir algo de usted? Piense simplemente en esas noches en las que al darse cuenta de que ignora sus maullidos, se pone a derribar objetos o a dar zarpazos en las persianas, sabiendo perfectamente que usted terminará dando el brazo a torcer y le entregará lo que desea.
¿Quién es más inteligente en ese caso? ¿El gato que se sale con la suya o el dueño que se deja atrapar en el juego sin darse cuenta?
17-12-2019